Lithraea vegetacion

Cingolani, Ana M., Giorgis, Melisa A., Hoyos, Laura E. & Cabido, Marcelo, 2022, La vegetación de las montañas de Córdoba (Argentina) a comienzos del siglo XXI: un mapa base para el ordenamiento territorial., Boletin de la Sociedad Argentina de Botanica 57 (1), pp. 65-100 : 88-89

publication ID

https://doi.org/10.31055/1851.2372.v57.n1.34924

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https://treatment.plazi.org/id/085D87E3-FFAA-FFA6-FD19-F938FB8E17FE

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Felipe

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Lithraea vegetacion
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Cambios de la vegetación en el gradiente altitudinal

La dinámica de los ecosistemas montanos está condicionada por el gradiente altitudinal, donde cambian no solo las condiciones climáticas, sino también el tipo e intensidad de las actividades humanas ( Perrigo et al., 2020). La combinación de estos factores genera mosaicos de vegetación que cambian a medida que se asciende, pero los mecanismos por detrás de estos patrones no son siempre fáciles de interpretar ( Körner, 2007; Perrigo et al., 2020).

Nuestros resultados reflejan una marcada disminución de las fisonomías dominadas por especies leñosas y un aumento de la proporción de pastizales y roquedales a medida que se asciende en altitud. Si bien este patrón era conocido ( Kurtz, 1904; Luti et al., 1979; Giorgis et al., 2017; Oyarzabal et al., 2018; Zak et al., 2019; Natale et al., 2020), a través del mapa lo pudimos cuantificar en detalle por primera vez para toda la extensión de las Sierras de Córdoba. Tradicionalmente, dicho patrón fue interpretado como una consecuencia directa de las bajas temperaturas, que impone restricciones al crecimiento de los árboles (ej. Luti et al., 1979; Cabido et al., 1987; Cantero et al., 2001), pero estudios más recientes sugieren otras explicaciones. A nivel global, los árboles encuentran fuertes dificultades para crecer cuando las temperaturas medias del aire y del suelo durante la estación de crecimiento no superan los 6,7 °C. Por ello, en las montañas lo suficientemente altas, se observa un límite (“treeline”) a partir del cual ya no hay bosques ( Körner & Paulsen, 2004). Sin embargo, en los sectores más altos de las montañas de Córdoba, las temperaturas, tanto del suelo como del aire, son mayores a dicho valor ( Marcora et al., 2008; País Bosch et al., 2012; Argañaraz et al., 2020), lo cual sugiere que no existen limitaciones fisiológicas para el crecimiento de los árboles. De hecho, los datos muestran que los bosques están presentes a lo largo de todo el gradiente, cambiando desde bosques predominantemente serranos a bosques predominantemente subandinos alrededor de los 1400-1500 m de altitud ( Tabla 4; Renison et al., 2006; Alinari et al., 2015; Giorgis et al., 2017; Natale et al., 2020). A su vez, numerosos estudios en el piso subandino sugieren que el disturbio por ganado y fuego produjo la retracción de los bosques, y está limitando su expansión en el presente ( Renison et al., 2002a; Renison et al., 2006, 2015; Giorgis et al., 2010, 2020; Cingolani et al., 2014; Alinari et al., 2015; Argibay & Renison, 2018). Por medio de simulaciones se estimó que si todo el sistema hubiese tenido una historia de bajo impacto humano, los bosques y matorrales de Polylepis australis ocuparían actualmente la mitad de la superficie del piso subandino (Cingolani et al., 2008).

Los antecedentes mencionados ilustran de forma clara el papel del disturbio en mantener un paisaje con escasa vegetación leñosa en el piso subandino. Sin embargo, dichos antecedentes no explican por qué la proporción de bosques y arbustales aumenta a medida que se desciende en altitud, dado que la intensidad de disturbio no disminuye desde arriba hacia abajo ( Fig. 5). La incidencia de fuegos es máxima en las franjas intermedias y no en las franjas superiores (Argañaraz et al., 2020; Fig. 5). A su vez, un análisis preliminar de la presión ganadera muestra valores máximos en ambos extremos del gradiente, y no solamente en las partes más altas ( Fig. 5). Por otro lado, la proporción de tierras con un alto grado de transformación en su cobertura (el conjunto de los cultivos, zonas urbanas y bosques exóticos) aumenta hacia abajo, lo cual reduce el espacio disponible para la vegetación nativa. Aún así, las fisonomías leñosas nativas cubren proporcionalmente alrededor de cuatro veces más superficie en las franjas inferiores que en las superiores (Figuras 4 y 5). El papel del disturbio, entonces, no puede comprenderse en su totalidad sin considerar su interacción con los factores climáticos y las características propias de cada especie, además de los mecanismos de retroalimentación entre la vegetación , el fuego y la ganadería.

En dos de las especies leñosas más abundantes del piso serrano (molle y espinillo), tanto el crecimiento de los adultos como la recuperación post-fuego son más lentos a medida que se asciende ( Vera, 2016; Alinari, 2017; Alinari et al., 2019). A su vez, la especie dominante en el bosque subandino, el tabaquillo, también tiene un desempeño disminuido en el piso de transición, y una mayor mortalidad post-fuego, con respecto a sectores más altos del gradiente ( Marcora et al., 2008, 2013; Argibay & Renison, 2018; Lanza et al., 2018). Las dificultades que encuentran las especies leñosas benefician a los pastos que, a su vez, facilitan la propagación de los incendios, cuya incidencia es máxima en el piso de transición ( Fig. 5). Se genera así un mecanismo de retroalimentación positiva entre el fuego y el pastizal (Argañaraz et al., 2017, 2020). A diferencia del tabaquillo, el maitén tiene su desempeño óptimo en el piso de transición ( Marcora et al., 2013, Giorgis et al., 2021a), pero faltan estudios para comprender por qué esta especie no forma bosques más extensos. Más arriba, en el piso subandino, la incidencia de incendios es menor, en parte debido a que los ambientes rocosos y los céspedes actúan como barreras a la propagación del fuego (Argañaraz et al., 2020). Esto llevaría a esperar una mayor cobertura de bosques y matorrales en el piso subandino en comparación con el de transición. Sin embargo, nuestros resultados muestran el patrón opuesto (Figuras 4 y 5). Esto puede deberse, al menos en parte, a que las únicas dos especies de árboles que pueden prosperar en el piso subandino (tabaquillo y maitén) son particularmente susceptibles a la herbivoría, no sólo del ganado doméstico, sino también de las hormigas cortadoras, que llegan hasta la primera franja de este piso ( Teich et al., 2005; Marcora et al., 2013; Renison et al., 2015; Jaacks, 2017; Giorgis et al., 2010, 2020; Arriaga et al., 2021).

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